Hoy hemos ido a comer a un pueblo y mi madre, no sé cómo ha salido el tema, me ha recordado una cosa graciosa mientras se estaban comiendo una cazuelita de caracoles. Nadie daba crédito a algo tan absurdo como... mi miedo a los caracoles u.u
Sí, he de reconocerlo, de pequeña tenía miedo a algo tan inofensivo, lento y torpe. Bueno, realmente metidos en su concha no me causaban miedo... yo los cogía, jugaba con ellos y, como el resto de hispanoparlantes, les llamaba caracoles pero... Ay cuando salía el bicho!! Entonces dejaban de ser caracoles para convertirse en... PITAÑAS!! Los tiraba al suelo y salía corriendo despavorida gritando "Aaaah una pitaña!". Puede llegar a ser desconcertante ver como una criatura sale aterrorizada al encontrarse con un señor caracol que, cansado de estar en su concha, sale a estirar los cuernecillos al sol. Tengo varas preguntas a las que ni yo misma puedo responder. ¿Por qué me daban miedo? ¿Serían esos cuernecillos? ¿Acaso sus babas? ¿Qué pensaba que iban a hacerme? Y lo más intrigante... ¿Por qué les llamaba pitañas?? ... Creo que nunca sabré las respuestas...
Que cosas más raras hacemos de pequeños... ¿O es que era yo muy rara?
